Qué noche llena de hastió y de frío, el viento trae un extraño lamento, parece un pozo de sombras la noche, y yo en las sombras camino muy lento... Mientras tanto la garúa se acentúa con sus púas en mi corazón. En esta noche tan fría y tan mía pensando siempre en lo mismo me abismo, y aunque yo quiera arrancarla, desecharla y olvidarla, la recuerdo más... ¡Garúa!.... Solo y triste por la acera va este corazón transido con tristeza de tapera, sintiendo... tu hielo porque aquella con su olvido hoy le ha abierto una gotera. ¡Perdido! como un duende que en la sombra más la busca y más la nombra. Garúa... tristeza ¡hasta el cielo se ha puesto a llorar!.... Qué noche llena de hastío y de frío, no se ve a nadie cruzar por la esquina, sobre la calle la hilera de focos lustra el asfalto con luz mortecina. Y yo voy como un descarte, siempre solo siempre aparte, recordándote... Las gotas caen en el charco de mi alma hasta los huesos calados y helado... Y humillando este tormento todavía pasa el viento... empujándome...
Letra de Enrique Cadícamo Musica de Aníbal Carmelo Troilo Compuesto en 1943
Hola. Me llamo Bínsent Montego y soy un elefante de plástico. Sí. (Los elefantes de verdad tampoco hablan, así que no pongan esa cara.) El quince de Mayo de 2005 me sacaron de una maleta de madera. Estaba en un escenario y alguien tocaba la trompeta, creo. No sé muy bien que pasó, se me cayó la oreja o me la rompió algún niño o algo. Y ya no servía en la función. O algo. Así que, ella, que estaba ahí por otros motivos, decidió adoptarme. Primero me llevó en La Bici – yo tenía que agarrarme fuerte con la trompa y “aún y todo” me caí dos veces; luego les sorprende que se me pierdan las orejas... Me acomodó en sus bolsillos. ¿Y me llevó a casa? ¿?
- Un momento, aquí comienza la parte tenebrosa, el re-verso, que es doble potapoesía: debía ser Domingo porque pasamos por el Rastro, sin dejar huella, y leímos algo de la Winterson con el culo calentándose en un bordillo. Y ahí apareció ella. Otra ella. (Se-va-a-enfadar porque no recordamos bien todo este capítulo, cielos… las nubes en el cielo, sí. Un montón de memorias que se tatúan en la piel dura y gris: soy un elefante retórico, no crean…)
El caso es que me bautizaron, ellas ambas. Mi nombre es una gracia, un homenaje a Ban Gog, un señor pelirrojo que también pintaba en mono, qué majo. Mi apellido es una promesa, una prueba de amor y todos los aviones despegando en dirección a nuestros deseos por cumplir. Ella dice que le he traído suerte. Porque el lugar dónde me encontró fundamenta su sustento, pienso yo... Ella dice que ya no tiene ojos, o que no sabe mirar o no sé qué chorradas. Ella quiere a ella y ellas ambas me quieren. Eso está bien. No sé. Todo es tan raro... Me gusta mucho perderme en los rincones. Y que me hagan fotos. Las nubes en el cielo: lo primero que vi al salir de la maleta... ¡Qué contento estoy!